Sergio Robles is a brother-in-law of our good friends, Penny and Frank Dudek.  Sergio and his wife Pam live in Honolulu where they are educators.   Sergio was born and raised in Argentina and had a distinguished twenty six year career as a senior officer of the Argentine Marine Corps.  We’ve often celebrated Thanksgiving with the Dudeks and it was one such occasion six or seven years ago when I first met Sergio.  I was prodding both him and Penny’s father, Major General Kenneth (Kenny) Houghton USMC, a retired Three Star, for some war stories. General Houghton had several, having fought in three Wars, World War II, Korea and Vietnam.   Sergio was a bit reluctant.  He mentioned that he was a senior combat officer in the 1980s and I recalled that around that time there was a major conflict between Argentina and Great Britain over sovereign rights to a group of islands  off the coast of southern Argentina.  I asked him if he had any involvement in the Falkland Islands War, and he replied with a wry grin, “You might say I started it.”  In April of 1982, Sergio led a team of commandos that captured several strategic positions and several British soldiers.  He is the one in the picture above with his back to the camera holding an Uzi.

Last Thanksgiving we were once again with the Dudeks and Robles and after dinner, Frank, Sergio and I sat  by the fire with some single malts.  I told Sergio the story of The Letter, and followed up and sent  him the written story.  A few weeks later, Sergio wrote me back.  “I completed reading The Letter and I think it is really good.  So good that I’d like your permission to translate The Letter into Spanish and have my AP Spanish students read it.  There are many things to teach and learn in it.”  We are very grateful to Sergio and delighted to share with you  La Carta.

By the way, prior to reading The Letter  Sergio had never heard of Coalwood or the movie October Sky.  He is now a Homer Hickam junkie and has read the trilogy Rocket Boys, Coalwood Way and  Sky of Stone.   In addition to his military and teaching careers, Sergio is a very accomplished writer.  Please check out his bio below.

I would also like to thank and acknowledge our new friend Saray Robledo Carraso for her additional edits to the translation.

L to R: Casey and Hilary Gauntt, Lauren Garcia, Charlie Myers and Saray Robledo [Solana Beach CA May 2018]


La Carta por Casey Gauntt

Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, que las soñadas en tu filosofía.  Hamlet, acto 1, escena 5 William Shakespeare

En la mañana del lunes 3 de noviembre del 2008 mi asistente Shelley entró en mi oficina. Yo practico derecho de propiedades inmobiliario en una gran compañía en San Diego. Ella había asumido por su propia cuenta el filtrar mis llamadas telefónicas. Habían trascurrido solamente tres meses desde el accidente y yo permanecía aún tan fragil como cáscara de huevo.

─ Acabo de recibir un mensaje telefónico para Usted de una tal Emily Sue Buckberry. Dijo que Usted y ella estaban juntos en Coalwood, West Virginia hace muchos años y tiene algo suyo que Usted dejó abandonado y le gustaría devolvérselo. Aquí está el número de teléfono si quiere llamarla.

Tomé el mensaje y pensé para mis adentros, “iQue extraño.” No tenía ningún problema en recordar Coalwood, pero no recordaba a ninguna Emily Sue Buckberry y no podía imaginar qué podría haber dejado abandonado que hiciera que ella me llamara ahora, cuarenta años más tarde.

Pasé el verano de 1968 en Coalwood, West Virginia. Tenía dieciocho años de edad y acababa de graduarme de la Escuela Secundaria Lake Park en Medinah, Illinois, un suburbio veinte millas al oeste de Chicago y en el otoño iría a la Universidad del Sur de California (USC). Coalwood era un pueblo minero de carbón de 1800 habitantes ubicado en el rincón suroeste de West Virginia y era propiedad de la Compañía Minera Olga. Esta compañía era propietaria de todo el pueblo: las minas, las tiendas, la pileta de natación, las casas de los mineros y la casa de huéspedes de tres pisos conocida como la casa del Club donde yo me alojaba. Todo.

La Compañía de Cimientos Case, una organización con base en Chicago fundada por mi abuelo, Vernon D. Case, y administrada por mi padre, Grover Cleveland Gauntt, hijo, había sido contratada por Olga para instalar un tubo de ventilación de casi 700 metros de longitud para una nueva sección de las minas subterráneas de carbón de Olga.

Recuerdo estar sentado a la mesa después de cenar en nuestra casa en Itasca (cerca de Medinah) en mayo de 1968 con mi padre y Jim Walton. Jim había estado empleado en la Cimientos Case durante muchos años y estaba a cargo de los trabajos en Coalwood. Poseía un gran sentido del humor y a menudo tenía esa mirada de quien ha escuchado recientemente una buena broma y la está recordando mentalmente. Jim y mi padre habían servido juntos en la División de Infantería 145 del Ejército durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo dos años en el Pacífico Sur en las Islas Salomón y las Filipinas. En otras palabras, en el infierno. Si mi padre tenía un buen amigo, probablemente era Jim Walton. En algún momento durante la cena sugirió, con esa sonrisa característica:

─ Grover, Casey debería venir a trabajar para mí en Coalwood este verano. Sería una buena experiencia de crecimiento.

Era obvio para mí que esta idea no había sido pergeñada en ese momento. Yo había pasado los siete veranos anteriores trabajando para Cimientos Case pero, ¿minas de carbón? ¿En West Virginia?

─ ¿Dónde exactamente está Coalwood? ─ tartamudeé.

Tim Bowman, de mi edad y empleado local en Case, me estaba esperando en el aeropuerto de Charleston, West Virginia el sábado 9 de junio de 1968 y condujo las dos horas y media en dirección sur hacia Coalwood. Llegué a la casa del Club, conocí a los cuidadores, Junior y Carol Chapin, ambos empleados de Olga, y me acomodé en un cuarto del segundo piso. Comencé a trabajar al día siguiente.

El lugar de trabajo se encontraba a aproximadamente dos millas de la casa del Club, pasando Snakeroot Hollow, en un lugar denominado Pozo de Barro. Case mantenía tres turnos diarios de trabajo de ocho horas cada uno (mañana, tarde y noche) para recuperar tiempo perdido como resultado de tres explosiones prematuras previas en el túnel. El trabajo era duro e, innecesario decirlo, peligroso. Un equipo de cinco hombres era bajado a lo largo del túnel dentro de un gran balde conectado al guinche de una máquina diesel. Utilizando taladros manuales de aire comprimido con mechas de punta de diamante de dos pulgadas de diámetro y de hasta seis pies de longitud, taladrábamos hasta sesenta agujeros en la roca sólida en el piso del túnel de catorce pies de diámetro y luego los llenábamos con cartuchos de dinamita. Debo admitir que la primera vez que usé el bastón para apisonar los cartuchos casi me orino en  los pantalones.

El jefe del turno, in lugareño corpulento  de veintitantos años llamado Tafon, se rió y dijo:

─ ¡Eh, no hay nada que temer hasta que no le pongas el detonador!

También aprendí rápidamente cómo hacer eso. Una vez que las cargas estaban colocadas éramos sacados del agujero con nuestras caras, cascos, lámparas cabezales e impermeables y pantalones cubiertos de barro y el agua que constantemente surgía de los costados del túnel y caía sobre nosotros como lluvia.

Después de que el hombre responsable daba la señal de que todos estábamos en la superficie, el jefe de explosiones movía la perilla ‘Fuego’ del transmisor de radio y gritaba ‘FUEGO EN EL AGUJERO’. Se sentía la explosión antes de escucharla. El suelo temblaba desde las profundidades y luego ¡BAM! Bueno, en realidad, había como ocho a diez BAM porque los detonadores estaban preparados para detonar la dinamita en una secuencia de explosiones. Después de que el humo y los vapores dejaban el lugar, la grúa descendía al “basurero”, una pala cargadora hidráulica operada por un hombre que sacaba la mayoría de las rocas. Nosotros paleábamos el resto. Ese era el trabajo. Cada turno continuaba la tarea donde el turno anterior la había dejado. Taladrar, volar y palear. En un buen día los tres turnos avanzaban aproximadamente diez pies.

Todos sabían en Coalwood que yo era el hijo del patrón de Case, pero me llevaba bien con todos. Supongo que mis veranos previos trabajando en construcción me ayudaron mucho me imagino. Más tarde durante el verano, uno de los empleados de Olga o Case, no puedo recordar, me confió que durante las primeras semanas de mi estancía alguien había revisado mis cosas varias veces en mi cuarto de la casa del Club. Estaban examinando mis pertenencias y tratando de responder la pregunta, “¿Qué está haciendo este cuchara de plata en Coalwood?” Buena pregunta.

Mi padre vino a visitarme hacia el final del verano. Pasó una noche en la casa del Club y fue a mi lugar de trabajo para verme trabajar. Antes de partir me dijo:

─ Casey, hazme un favor antes de regresar a casa. Ve a cortarte el cabello y no mastiques tabaco delante de tu mamá.

Que yo recuerde, cumplí con los dos pedidos. Volé a casa el 24 de agosto y a la semana siguiente me fui a USC en Los Ángeles con una respuesta peculiar a la pregunta: ¿Qué hiciste este verano?

3 de noviembre del 2008. Aproximadamente una hora después de que mi asistente me trajera el mensaje, contesté a la llamada de la Sta. Buckberry. Había estado pensando: ¿Sabe esta mujer lo que ha pasado? ¿Es por eso que me llama? Cuando contestó, ella estaba en su teléfono celular en Huntington, West Virginia.

─ Probablemente no me recuerde pero, en el verano de 1968 ambos estábamos viviendo en la casa del Club. Yo vivía con mi madre, que tenía un departamento en el tercer piso. Tengo varios años más que usted y tenía cabello marrón largo. Usted solía tocar su guitarra en el porche de la casa del Club y cantar Gina, Brillo de Sol de Tu Amor y otras canciones.

─ Estoy comenzando a recordar. ─ mentí piadosamente. ─ La recordaba vagamente.

Me preguntó luego si yo había visto la película El Cielo de Octubre (1999) o había leído el libro Los Chicos de los Cohetes de Homer Hickam, con los recuerdos del autor de su niñez en Coalwood en la década de 1950.

─ Oh, sí, me encantaron ambos.─ respondí y eso era cierto.

─ Yo crecí en War a pocas millas de Coalwood y fui a la Escuela Secundaria Big Creek con Homer y los otros Chicos y aún somos buenos amigos. Trabajé en la película como consultora de los diálogos y le enseñé a los actores como hablar el dialecto de esa parte de West Virginia. Homer no quería que los espectadores pensaran que la gente de Coalwood sonaba como en la película Liberación.

Era bien claro que la Sta., Buckberry no sabía lo que nos había pasado hacía tres meses y, finalmente, llegó a la razón por la cual había llamado.

─ Un día hacia el final del verano escuché que usted se estaba preparando para volver a su casa. Pensé, “Oh, Dios mío, no le dije adiós”. Mientras subía las escaleras para ir al apartamento de mi madre me detuve en el segundo piso y miré a lo largo del pasillo. Vi que la puerta de su habitación estaba abierta y que había un cesto de papeles lleno al lado de la puerta. “Tal vez esté aún allí, limpiando”, pensé y caminé entonces hasta su habitación, pero estaba vacía. Giré pensando “Caramba, ni siquiera tuve tiempo de decirle adiós” y bajé la mirada. En el suelo, cerca del cesto había una carta y un sobre vacío. Me agaché y los recogí.

Diciembre de 1970. Después que dejé Coalwood, durante los dos años siguientes me dediqué por entero a la universidad y a la vida en la fraternidad en USC.  Durante ese mismo período la Cimientos Case y mi padre fueron arrasados por problemas financieros.  La economía estaba en una profunda depresión, Case debía a sus bancos una gran suma de dinero y el constructor del entonces edificio más alto de Chicago había iniciado un juicio por $160 millones de dólares contra Case y mi padre, alegando que los cimientos eran incorrectos.  Mi padre trataba desesperadamente de resolver estos problemas así podría dejar el negocio de la construcción y concentrarse en su nueva carrera como comerciante de materias primas.  Pero eso, lamentablemente, tampoco funcionó.  Mi padre se sentía más y más frustrado, agotado y deprimido.

Volé a casa en Itasca para las vacaciones de Navidad el 21 de diciembre de 1970, el día previo a que mi padre volviera de un viaje de negocios.  Me desperté a las diez en punto de la mañana siguiente.  Mi hermana Laura, que tenía trece años, se había metido en mi cama.  Estaba temblando y llorando.  Mi madre estaba en el umbral de mi dormitorio con cara pálida.

─ Encontraron a tu padre en su oficina esta mañana. Está muerto.  La policía dice que se pegó un tiro.

Fui a la sala y hablé con dos detectives del Condado Du Page.  Esa tarde fui en auto al Aeropuerto O’Hare para recoger a mi hermano mayor, también llamado Grover, que había volado para las vacaciones desde Filadelfia donde estudiaba una maestría en la escuela de empresas.  Le di la noticia mientras estábamos en el cordón de la vereda frente al depósito de equipajes.  Comenzaba a nevar.

El día anterior a la Navidad llegó una carta en el correo dirigida a mí que había sido enviada el 21 de diciembre. Dentro había una nota manuscrita de mi padre, “Por favor compra algo para tu madre y Laura para Navidad”, y tres billetes de cien dólares. Eso era todo el contenido del sobre. Esa fue la única carta que recuerdo haber recibido de mi padre y la tiré tan pronto como la recibí.

Me gradué en USC en 1972 y continué estudiando hasta que obtuve un título en leyes en 1975. Me casé con mi ángel, Hilary Tedrow, en agosto de 1973. Nos habíamos conocido cuatro meses después de la muerte de mi padre. Ella es la mujer más hermosa que conozco. En 1970 fue coronada Miss Elena de Troya en USC. Imagínese el lector una combinación de reina del baile anual de los alumnos del último año de secundaria y reina de la fiesta de regreso a la universidad después de las vacaciones de Navidad y multiplíquela por cien. Y en lo que se refiere a belleza interior, multiplíquela por mil. Practiqué abogacía empresarial en Los Ángeles durante cinco años y en 1979 nos mudamos a Solana Beach, 32 kilómetros al norte de San Diego.

3 de noviembre del 2008. Emily continuó con su historia.

─ Vi que era un sobre de la Compañía de Cimientos Case y estaba marcado Personal. Leí rápidamente los dos primeros párrafos de la carta y me di cuenta de que era una carta de su padre. Escribía acerca de Jim Walton y los problemas que Case estaba teniendo en el trabajo que realizaba para Olga y pensé: “Un momento. Casey no debería haber dejado una carta de negocios como ésta. No hay nada personal en un pueblo que pertenece a la compañía. Debería haberla destruido.” Usted tenía solamente 18 años. ¿Qué sabía de un pueblo propiedad de una compañía? Decidí conservarla hasta que usted volviera a la universidad. Obtendría su dirección de una secretaria que conocía en la Compañía Olga y se la enviaría con una nota: “Casey, ¿realmente arrojó esto a la basura?” Sin embargo, estuve muy ocupada después y regresé a la universidad para obtener una maestría.

Me crucé nuevamente con la carta un par de años más tarde y pensé, “Oh, ésa es la carta para Casey. Bueno, la voy a seguir guardando un poco más; ya lo encontraré cuando lo necesite.” Pero seguí mudándome de un lugar a otro y durante los últimos quince años su carta ha estado en una caja en un estante del garaje de mi madre en Lewisburg. Recientemente compré una casa en Huntington y traje todas las cosas que tenía en la casa de mi madre, incluyendo esa caja. Un día estaba revisando el contenido de las cajas y encontré la carta. Como sabemos, Google es muy útil y me dije, “Con toda seguridad puedo encontrarlo.” Así que esta mañana lo busqué en Google y encontré el enlace a su firma de abogados. “Oh, Casey es un abogado,” pensé. Siempre pensé que usted sería exitoso. Me conecté a la página web de la firma y allí estaba su pequeña foto y cuando lo vi, pensé, “Casey Gauntt, lo reconocería en cualquier lugar.” Y en ese mismo momento cogí el teléfono, llamé a su oficina en San Diego y hablé con su asistente. Y aquí estamos.

Ciertamente. Emily preguntó luego:

─ ¿Está vivo su padre?

─ No, ─ respondí ─ murió hace varios años. ─ No compartí ningún otro detalle con ella en esa llamada. Tan pronto como preguntó por mi padre me imaginé la siguiente pregunta que haría.

─ ¿Tiene hijos?

─ Sí, por cierto. Tenemos una hija, Brittany, veintiocho años, que se casó el año pasado y vive con su esposo Ryan cerca de aquí, en Del Mar. ─ Hice una pausa de unos pocos segundos para pensar en lo que diría luego. ─ Emily, no sé bien cómo contarle esto, pero también teníamos en hijo, Jimmy. Hace tres meses, a principios de agosto, vino a visitarnos desde Los Ángeles. Una noche salió con varios amigos de la secundaria, tomó demasiadas cervezas y decidió caminar de regreso a casa en lugar de manejar. Fue atropellado por un auto a pocas millas de nuestra casa. Tenía veinticuatro años.

Emily exhaló un suspiro y con voz apesadumbrada exclamó,

─ ¡Oh, Dios mío!

Usamos un prolongado silencio para recomponernos. Charlamos un poco más, le di la dirección de nuestra casa y ella dijo que pondría la carta en el correo al día siguiente. Después que colgué el teléfono mi cuerpo entero se cubrió de piel de gallina y sollocé por varios minutos. Nunca había experimentado anteriormente nada como lo que estaba recorriendo mi cuerpo en ese momento y no puedo siquiera comenzar a describirlo. Una débil analogía sería la música de ese sonido y vibración evasivos creados cuando todos los instrumentos y voces están en perfecta armonía. No le dije a Emily que había estado pensando mucho en mi padre durante las últimas semanas.

8 de noviembre del 2008. Hilary y yo pasamos el día en la playa de Del Mar con Brittany, Ryan y mi madre, Bárbara. Ese sábado era uno de esos días perfectos: temperaturas entre 20º y 25º centígrados, cielo sin nubes y el océano de un color azul oscuro, casi negro, todo producido por los vientos llamados Santa Ana que soplan desde el desierto en el interior unos pocos gloriosos días al año. A eso de las 3 de la tarde llevé a mi madre de regreso a su casa en Encinitas y, antes de regresar a la playa, pasé por nuestra casa y verifiqué el buzón del correo. Dentro del mismo había un sobre de Correo Prioritario enviado por Emily S. Buckberry.

Aunque estaba consumido por la expectativa, puse el sobre encima de la encimera de la cocina y di vueltas durante varios minutos. No sé por qué. Finalmente me senté en una silla de la mesa de la cocina y abrí el sobre. Dentro había una nota manuscrita de Emily expresando su pesar por la pérdida de nuestro hijo. Además decía: “Aquí están algunas palabras de su papá, que milagrosamente he conservado por 40 años, que pueden ayudarlo a consolarse como padre afligido por la muerte de un hijo. Como dije antes, sin ninguna duda, saber cuánto lo amaban a usted como hijo no puede hacer otra cosa más que consolarlo.” También agregaba una foto reciente de ella misma para ayudarme a recordarla. No pude hacerlo.

En el sobre remitido por Emily estaba el sobre de la Compañía de Cimientos Case enviado desde la oficina de Bloomingdale, Illinois, con el matasellos fechado el 19 de junio de 1968 dirigido al Señor Vernon Case Gauntt, Compañía de Cimientos Case, Casilla de Correos en Coalwood. Dentro estaba la carta original de mi padre, manuscrita con tinta azul, dos caras de una hoja de papel con su esquela personal. La carta había sido enviada diez días después de mi llegada a Coalwood.

Grover C. Gauntt, Hijo  19 de junio de 1968

Querido Casey,

Bueno, ya te extrañamos. Tomé prestados tus palos y me encontré con Buz Paschen en el Anillo de Bob O’ ayer. Llovió todo el día y no jugamos. GG estaba en tu habitación hoy a la mañana buscando un cordón de zapato negro; por suerte yo tenía un par extra. Joey, Carter y Dave vinieron anoche a buscar tu amplificador, o a devolverlo, no recuerdo con certeza; el tema, nuevamente, estaba relacionado con la lluvia.

Espero que encuentres el trabajo interesante y contribuyas al proyecto. Hemos perdido un montón de tiempo en el trabajo debido a un sin número de eventualidades. El liderazgo ha sido uno de los grandes factores. Tenemos un buen contrato, pero no cubre la estupidez. Las tres explosiones que hemos tenido en el trabajo han disminuido la esperada ganancia y nos ha causado serias demoras en la producción. El cronograma precipitó a la administración de la Compañía Minera Olga a presionarnos. Ellos tienen algunos buenos argumentos y analizaron con precisión nuestro problema hace bastante tiempo. Envié lo que esperaba que fuera un Jim Walton reformado y él ha sido efectivo. Pensé que era una buena idea enviarte a Coalwood: puede que aprendas algo de una mala situación. Tus cualidades de liderazgo pueden ser contagiosas. Nunca tires la toalla; haz lo mejor que puedas de una mala situación; no te unas a los perdedores: gánales.

No me considero exitoso, por lo tanto, no voy a darte un sermón. He combatido un montón de variados y dificultosos problemas de construcción y he tenido muchas experiencias: algunas buenas, otras malas. Otros tienen que juzgarme. Realmente no sé si mi razonamiento, juicio y poder de decisión son buenos o razonables. Lo que sí quiero que sepas es que te queremos y nunca te daremos la espalda. Si quieres y me pides mi consejo te lo daré, sin embargo, no espero que lo sigas ciegamente porque ahora eres un hombre y debes abrir tu propio camino. Mi proceso de pensamiento ha sido influenciado por una depresión en mi juventud y mi inseguridad, por una madre fanáticamente religiosa con la que no podía razonar, por una guerra en la cual serví en la infantería, etcétera, etcétera. Me doy cuenta de que no quiero que el mundo cambie, pero veo los cambios, y debe haber cambios. También me siento un poco viejo y reacio a abrir nuevos caminos.

Por favor recuerda esto de ahora en adelante: solamente tú puedes controlar tu destino. Nadie puede estudiar por ti. Nadie más puede disciplinar tu mente; esfuérzate por leer buena literatura y deja la pornografía para otros; solamente tú puedes ejercitar tu atlético cuerpo para sentirte bien; solamente tú puedes forzarte a ti mismo a pensar y actuar honestamente; solamente tú puedes decir no a las tentaciones. El mundo tratará de arrastrarte a la cuneta pero al final tendrás su respeto si lo demandas.

Espero que desarrolles un fuerte carácter que acompañe tu fina mente, atractivo y magnífico cuerpo. De ahora en adelante solamente tú puedes controlar tu destino. Piensa qué es lo que quieres ser y hacer. Si tus ambiciones son grandes, ponte a trabajar. En cualquier momento que me necesites, allí estaré, a tu lado, porque me preocupo por ti más de lo que nunca sabrás, hijo mío.

Con todo mi amor. Papá.

Cuando terminé de leer la carta, sentimientos y sensaciones idénticos a los que había experimentado después de colgar el teléfono con Emily pocos días antes habían vuelto. Mi cuerpo entero estaba temblando y rompí en lágrimas y sollozos. Me dí la vuelta en mi silla buscando a mi padre. Leí la carta otra vez, en esta oportunidad más lentamente, limpiando de continuo la niebla que cubría mis ojos. No había nada en la carta que me recordara haberla recibido, leído o tirado.

Como en la primera vez que la leí, eran sus últimas palabras las que me devastaban. “En cualquier momento que me necesites, allí estaré, a tu lado, porque me preocupo por ti más de lo que nunca sabrás, hijo mío. Con todo mi amor. Papá.” Mi padre había ciertamente cumplido su promesa porque el sabía que hoy sería el día más duro de mi vida. Quería que estuviera conmigo, lo necesitaba, y él estaba allí, a mi alrededor en la cocina, como había dicho que lo haría. Ese día, el 8 de noviembre del 2008, era el cumpleaños de Jimmy. La carta de mi padre había llegado el día que nuestro hijo hubiera cumplido 25 años.

Para cuando regresé a la playa, algunos de nuestros íntimos amigos ya habían llegado para estar con nosotros. Después de que brindamos por un Feliz Cumpleaños en honor a Jimmy y mientras el sol se iba ocultando en el horizonte, compartí con ellos la historia acerca del verano en Coalwood, Emily Sue Buckberry y la carta.


     Sergio G. Robles

Sergio G. Robles was born in Mar del Plata, Argentina on the South Atlantic coast, south of Buenos Aires. He grew up attending Catholic elementary and secondary schools. He enrolled in the Argentine Naval Academy and graduated in 1970, at the top of his Marine Corps class.

Alternating assignments in combat units with academic studies, Mr. Robles graduated from the Amphibious Commandos Course in 1973, the Naval Polytechnics School in 1975 and the Naval Officers School in 1978.

In 1982, fighting broke out between Argentina and England over the control of the Falkland Islands (called Malvinas in Latin America) off the southeastern tip of Argentina. In this Malvinas War, then-Captain Robles and his troops from the Amphibious Commandos Company seized the British Royal Marine Barracks in an opening maneuver.

In 1986 Major Robles attended the Naval War College, completed the requirements of the Argentine Navy educational system, and consequently received his B.S. from the Naval University Institute. He was designated Commanding Officer of the Amphibious Commandos Company in 1987.

In 1988 Major Robles continued his education, this time in the United States. He attended the Command and Staff Officers Course at the United States Marine Corps (USMC) Command and Staff College in Quantico, Virginia. After a second tour of duty in the U.S., this time as lieutenant colonel, he received his M.S. in National Security Strategy in 1994 from the National Defense University (National War College) in Washington, D.C. Upon returning to Argentina, he served at the Joint Chief of Staff.

In 1996 Lieutenant Colonel Robles was nominated Best Commanding Officer in the Fleet Marine Force for his work with the 2nd Marine Battalion (Infantry). He retired from the military at the end of his tour as commanding officer.

During his military career Mr. Robles completed ten different courses on teaching techniques, special training/tactics, strategy, and management in the Argentine Navy, the U.S. Navy, and the Argentine Army.

Rotating his assignments in combat units with academic responsibilities, Mr. Robles held teaching positions in five different schools. These schools included the Naval Officers School, where he headed a team for curriculum design and implementation of teaching procedures in the Operations Department, Marine Corps Courses, and the Naval War College, where he was instrumental in updating and computerizing the Marine Corps Course admission tests.

In 1997, Mr. Robles moved to Honolulu to join his wife, Pam, daughter of the late Major General Kenneth J. Houghton, USMC. After one year of recruiting students in Latin America for Hawai’i Pacific University, he accepted a position as Spanish teacher at Saint Francis School where he expanded the high school’s Spanish program from three levels to five, including AP Spanish Language.

In 2000 Mr. Robles began taking on administrative duties as well, serving as both Dean of Discipline and Dean of Curriculum. In 2002 his new title became High School Assistant Principal. He completed a Master’s degree in Education, Private Schools Administration, at the University of Hawai’i – Mānoa in July 2004.

Mr. Robles wrote over 30 military and non-military articles that were printed in various Argentine Navy and Marine Corps magazines. A short historical fiction story published in 1996 received an award. Numerous articles that he translated from English into Spanish were also published. His translation of the Maneuver Warfare Handbook, by William S. Lind, Westview Press, was published in Argentina in 1991 (http://puertolibros.com/510670.htm )

Mr. Robles’ book The Amphibious Assault to Malvinas, 30 Years Ago was published in 2011 in Argentina (http://www.libreria-argentina.com.ar/libros/sergio-robles-el-asalto-anfibio-a-malvinas-a-30-anios.html ). The book relates the experiences of 30 Argentine Marines in the planning and execution of the operation to recuperate the Malvinas (Falkland) Islands from British hands.

Mr. Robles became an American citizen in December 2001. He has four children from his previous marriage. His sons live in San Diego, CA (business); Washington, D.C. (IT), and Boston, MA (architect). Mr. Robles’ daughter lives in Cape Cod, MA, where she is a police officer. Mr. Robles also shared the responsibility of raising his wife’s two boys. One lives in Honolulu, HI (psychology), and the other works in Portland, OR (furniture builder).

Mr. Robles left his position at Saint Francis School in 2011 and currently tutors students in mathematics and Spanish. He enjoys reading and writing, and also hiking and long-distance running. He has run a total of eighteen marathons in Buenos Aires, Argentina, Washington, D.C. and Honolulu, HI.

 


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Write Me Something Beautiful Authors - Casey and Jimmy Gauntt

Casey Gauntt

is a retired attorney and former senior executive of a major San Diego real estate company. He lives in Solana Beach, California, with his wife, Hilary. Casey grew up in Itasca, Illinois, graduated Lake Park High School in 1968, and received B.S., JD and MBA degrees from the University of Southern California.

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Jimmy Gauntt

was born and raised in Solana Beach and graduated from Torrey Pines High School in 2002.   A prestigious Trustee Scholar at the University of Southern California, he majored in English and Spanish. He authored six plays, five screenplays, and a multitude of poems and short stories. Beginning in 2010, the USC English Department annually bestows the Jimmy Gauntt Memorial Award—aka “The Jimmy”—to the top graduates in English.  Jimmy passed over to the other side in 2008 at age 24.

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